4 de noviembre de 2015

Buda y Pest eran dos



"Vamos a Budapest" dijo Alejo y yo dije que sí, pero como si me dijera que íbamos a San Andrés de Giles. Sin menospreciar Giles, por supuesto, lo digo porque de Budapest no esperaba mucho... Era una cuidad que tenía ahí en el tintero de las ciudades anónimas a las que no les pongo cara. En realidad, hay una foto en la casa de mis suegros, de mi marido con unos 13 años sosteniendo una boa constrictora, que siempre pensé que se había tomado en Budapest. Pero resultó que era en Praga. Así que eso: Budapest era para mí una foto de Alejo sosteniendo un reptil en la ciudad incorrecta.

Pero no hay nada mejor al viajar que dejarse sorprender por los lugares (es mi frase elegante para justificar que soy una viajera ignorante pero con buena predisposición), sobre todo en esta era de las comunicaciones donde uno casi siempre ve mil veces las ciudades antes de estar realmente ahí (sueno vieja, querido lector, pero tengo 31 años, es solo que soy muy sabia).

Era el primer viaje oficial con Pepinito (nuestro bebé de 5 meses) y estábamos decididos a no enloquecer y a no trasladarnos con seis millones de pertenencias tampoco. Es más, estábamos decididos a no despachar equipaje. 12 días, una valija de mano por persona. Incluido Pepinito que se armó su bolsito de viaje (debo admitir que yo ayudé, su trabajo consistió fundamentalmente en chupar una manta), más cochecito y huevito. Listo. Viajar con pocas cosas no es tan complejo, para los adultos consiste principalmente en reconciliarse con la idea de aparecer en todas las fotos del viaje igual. Para los bebés es aún mejor: no enloquecer y llevar una manta enorme con la que envolverse si la previsión meteorológica falla. Preferiblemente una no chupada.

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El vuelo estuvo bastante bien... Pepinito se prendió a la teta y se durmió escuchando una canción que le cantaba Papá antes de despegar. Después se despertaría y se aburriría y pasearía por el pasillo upa de Papá, y los demás viajeros le harían morisquetas. 

Puesto que nunca pasamos por el control de pasaportes, asumimos que Hungría formaba parte de la Unión Europea. No estábamos demasiado informados y de mí no me sorprende pero sí de mi marido.   A Alejo la paternidad le ha provocado desconexión del mundo terrenal. Budapest, capital de Hungría, Unión Europea. Ok. ¿Euros? Pagamos el auto que nos iba a buscar al aeropuerto y el impuesto de la ciudad en euros. 

¿Entonces euros o no euros? No euros. Moneda local inoportuna. ¿De qué me sirve viajar dentro de la Unión Europea si voy a tener que estar haciendo cálculos mentales para saber cuánto sale cada cosa y, cuando tenga más o menos controlado el cambio, ya me voy a ir? De nada, querido lector. Lo mismo hubiera dado estar en Birmania, si todavía existiera.

Una señora taxista nos condujo por Budapest y nos dejó en una hermosa calle frente a la Ópera, donde nos esperaba nuestro departamento de vacaciones. Oh sorpresa: también nos esperaban dos tramos de escaleras sin ascensor. Allá fuimos con Pepinito y los bártulos para arriba (menos mal que habíamos traído pocas cosas). El departamento hermoso y muy cómodo, en un edificio histórico de esos que tienen un patio interior como los antiguos conventillos. Pero imagínenselo lindo, no empecemos mal. Nos fundimos tan bien con nuestro nuevo hogar que hasta nos tocó timbre una encuestadora. Otra vez para abajo con Pepinito y menos bártulos que antes. Debo admitir que este viaje pondría a prueba nuestra paciencia para viajar con un cochecito y además desarrollaríamos un nuevo respeto por los discapacitados.

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Hungría, como casi todos los países de Europa, sufrió un permanente desfile de gobernantes propios y ajenos a lo largo de su historia. Budapest comenzó siendo un asentamiento celta, luego llegaron los romanos, después la conquistaron los turcos otomanos y la reconquistaron los cristianos; más tarde se alió a Austria, formando el Imperio Austro-húngaro, perdió dos tercios de su territorio en la Primera Guerra Mundial, y en la Segunda Guerra Mundial la destruyeron y la ocuparon los comunistas rusos hasta la Revolución Húngara de 1956. Como resumen, me quedó muy lindo. Ahora imagínense lo que produce toda esa historia en una población: un merengue cultural.

La propia ciudad de Budapest es una sola desde no hace tanto tiempo, recién en 1873 se unificaron las poblaciones de Buda, Obuda y Pest a través del Puente de las Cadenas, formando así una gran ciudad a ambas orillas del río Danubio y una de las capitales más lindas de Europa (la frase la leí en algún lado pero me gustó y me parece acertada). 

A pesar de no tener casi ninguna referencia turística de Budapest, o quizás justamente por eso, la ciudad me encantó. Si tuviera que definirla en pocas palabras diría que es vistosa, imperial y fácil. Y además se come maravillosamente. ¿Qué más se puede pedir?

Ubicados en nuestro departamento frente a la Ópera, estábamos a unos pocos metros de la Avenida Andrássy que es uno de los lugares a visitar y además uno de los 4 sitios de la ciudad que fueron declarados Patrimonio de la Humanidad. La Avenida Andrássy, llamada así por su principal promotor, es una ancha calle arbolada, flanqueada por casas y palacios edificados a finales de 1800 por los más destacados arquitectos de la época. Allí vivían aristócratas y gente por el estilo, y ahora están las tiendas más exclusivas. Por debajo de esta avenida, se construyó la línea 1 del subte de Budapest, que es el primer metro en la Europa Continental y otro Patrimonio de la Humanidad. Pepinito y yo no lo conocimos, en parte porque no nos alcanzó el tiempo, pero también porque estábamos podridos de subir y bajar el cochecito por las escaleras y, siendo el metro más antiguo del continente, era de esperar que no tuviera ascensor. Alejo, que sí lo usó para ir a buscar el auto de alquiler (hizo 2x1, muy eficiente mi marido), dijo que era muy hermoso pero en antigüedad no tenía nada que envidiarle la línea 1 de subte de Buenos Aires, con sus increíbles vagones de madera que no sé si seguirán circulando...

La misma confusión que tenía mi marido con respecto a Hungría, la Unión Europea y el euro o no euro (ojo al piojo que si él tenía confusión, yo directamente tenía ignorancia absoluta, no hubiera podido marcar Hungría en un mapa con división política, geográfica y husos horarios); se hizo presente una vez más con el tema de Buda, Pest y Budapest. Al principio pensamos que estábamos en Buda, y al llegar caminando al Parlamento, un edificio maravilloso junto al río, Alejo dijo "Mirá Pest del otro lado del Danubio" y yo miré. Y vi Pest. Pero resultó que era Buda. Nos enteramos de ello al día siguiente, cuando nuestros cerebros ya habían procesado y guardado la información, y a partir de ahí fue todo confusión permanente. Nadie sabía si estábamos en Buda, en Pest o en Praga.

Reflexionándolo ahora, el lado de Buda debería haber sido fácil de recordar porque en él está el Castillo de Buda, uno de los lugares más turísticos de Budapest y, en mi humilde opinión, el más lindo. Se halla en lo alto de una colina y tiene las vistas más maravillosas de la ciudad y el río. Todo el barrio medieval en los alrededores del castillo es precioso. Allí también visitamos la curiosa iglesia de San Matías y fuera nos encontramos con un señor argentino que venía recorriendo Europa con su mujer pero ya estaba hinchado los quinotos (Europa tiene esa capacidad si se visita demasiado en poco tiempo). Nos divertimos un rato escuchando su fantástica teoría de los "lugares inventados" (lugares a donde mandan a los turistas pero en realidad no hay nada turístico que ver) y de las cosas que descubrió "de carambola" que fueron más lindas. Uno de esos personajes hermosos.

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Caminar por las calles de Budapest es realmente agradable: todo es ancho, grande, imperial. Es especialmente magnífica la costanera del Danubio, a un lado del Parlamento, y del otro lado del río en lo alto de una colina: el Castillo de Buda. Las avenidas son arboladas, las veredas están llenas de mesitas al aire libre y por algunas calles circulan todavía los tranvías. Queda poco de los años comunistas en la arquitectura y en el carácter de la gente (por suerte) y la ciudad recuerda más a los lugares por los que paseaba Sisi Emperatriz que a la Guerra Fría.

Aunque de las guerras, sobre todo de la Segunda Guerra Mundial, todavía quedan recordatorios. El menos simpático quizás sea un controvertido monumento que apareció de la noche a la mañana en la Plaza de la Libertad, en el que una enorme águila (Alemania) ataca al arcángel Gabriel (Hungría), aunque las malas lenguas dicen que Hungría colaboraba con el gobierno alemán. De cualquier manera, en esa misma plaza (Szabadság ter) hay otro monumento que recuerda la liberación de Hungría de la ocupación alemana por parte del ejército soviético y una estatua de Ronald Reagan...así que están complicados.

Otro elemento reciclado de la guerra son los llamados ruin bars, edificios semi-destruidos decorados con todo tipo de porquerías abandonadas luego de la guerra, que se convirtieron en bares muy de moda en la ciudad. Fuimos a ver el más famoso de ellos a la tarde. ¿Qué les puedo decir? Algo muy curioso... y seguro que el ambiente nocturno es muy divertido, pero con un bebé de 5 meses, nosotros ya teníamos suficiente diversión nocturna.


El último lugar Patrimonio de la Humanidad es la Plaza de los Héroes, un monumento gigantesco, aunque no demasiado pintoresco, que representa a los líderes de las tribus magiares que fundaron Hungría. Lo que sí vale la pena visitar es el Parque de la Ciudad que queda justo al lado, donde están los famosos baños termales de Széchenyi y una increíble réplica del castillo de Transilvania, presunta residencia del Conde Drácula. Es un edificio alucinante, aunque hoy en día alberga el Museo de Agricultura. ¿Qué tendrá que ver? Nada. Pero así es Buda y Pest: una ciudad con miles de historias para contar (no todas bonitas), con una de las mejores vistas de Europa y con algunos lugares inventados también.

Álbum

Edificio de nuestro departamento
Plaza del Parlamento
El Danubio
Iglesia de San Esteban
Paseo de la costanera
Vista desde el Castillo de Buda
El Puente de las Cadenas
Ruin bar
Castillo de Drácula